La inteligencia artificial está haciendo que muchas ideas que parecen de ciencia ficción se estén convirtiendo en realidad: la existencia de vehículos autónomos, las nubes de drones entregando paquetes o el descubrimiento de nuevos fármacos en tiempo récord son algunos hechos que hace muy poco nos parecía que sólo podían existir en la imaginación de los escritores.
La inteligencia artificial está presente en nuestro día a día y nos ayuda en muchos factores que nos facilitan la vida: usar la función de autocompletar, que acierta en la mayoría de los casos con la persona a la que queremos escribir; la búsqueda inteligente que encuentra lo que estamos indagando o las notificaciones sobre las noticias relevantes que nos interesan son algunos ejemplos de lo presente que está la inteligencia artificial en nuestras vidas y de cómo cada vez que elegimos una noticia, película o un nombre estamos dando información al algoritmo sobre nuestras preferencias; lo que le permitirá mejorar sus resultados la próxima vez.
La inteligencia artificial influye en la forma en la que compramos, hacemos operaciones bancarias o nos relacionamos. También influye en nuestro trabajo que, en muchos casos, ya está asistido por algoritmos de inteligencia artificial o en las personas que se seleccionan para contratarlas para un trabajo determinado. Yuval Norah Harari ironiza en su libro “21 lecciones para el siglo XXI” cuando comenta que, si viendo los resultados, no nos iría mejor si dejáramos a un algoritmo que seleccionara nuestra pareja en función de los perfiles e intereses comunes. Lo queramos o no, la inteligencia artificial forma parte de nuestras vidas.
Pero también, desgraciadamente, no todo son buenas noticias. Hay aspectos muy preocupantes en el uso de la inteligencia artificial. Veamos.
Las noticias falsas se propagan seis veces más rápido que las verdaderas. Esto se debe a que los algoritmos integrados en el software de redes sociales, en un esfuerzo por mantener nuestra atención, nos dan información sin validar su certeza apelando únicamente a los instintos más básicos de nuestra psicología. Estas son algunas de las realidades expuestas en el documental de Netflix «El dilema social». Para mantener nuestra atención es para lo que el algoritmo fue programado; y está haciendo su trabajo muy bien. Evidentemente las empresas de redes sociales se benefician de la confusión que estas noticias falsas provocan.
También somos conscientes de lo relativamente fácil que es influir en unas elecciones, incluso en los países con más medios y más poderosos del mundo. En su libro sobre “El capitalismo de vigilancia”, Shoshana Zuboff, profesora de la Harvard Business School, nos advierte de los riegos: cuando usamos servicios digitales dejamos rastros que las compañías tecnológicas emplean para manipularnos. Y esto es tan serio cómo que el riesgo de que estos datos pudieran ser fueran utilizados por un estado totalitario para controlar a la población pone en riesgo la democracia.
Otra preocupación que conlleva esto es si los robots podrían sustituirnos en nuestros trabajos y si ello sería beneficioso o perjudicial. La realidad es que ya están desempeñando un papel cada vez más importante en nuestras vidas por lo que es importante que todos comprendamos como funciona el software de inteligencia artificial y cómo nos ayuda o nos perjudica. Y ahí es donde entra en juego la inteligencia artificial ética.
Según la doctora Catriona Wallace, fundadora y directora de Ethical AI Advisory, los gobiernos y otros reguladores están al menos cinco años atrasados en términos de comprensión de lo que la IA es capaz de hacer y cómo gobernarla. Todos debemos ser conscientes de los potenciales problemas a los que nos enfrentamos para tratar de minimizarlos. “Adoptar un enfoque ético para el desarrollo y uso de la inteligencia artificial garantiza que las organizaciones, los dirigentes y los desarrolladores sean conscientes de los peligros potenciales de la inteligencia artificial y, al integrar los principios éticos en el diseño, el desarrollo y la implementación de la inteligencia artificial, traten de evitar cualquier daño potencial”. Son palabras de Wallace.
Como informáticos y programadores, sin olvidar los grandes temas y sus reflexiones, podemos tener en cuenta algunas reglas para evitar que nuestros prejuicios influyan en las decisiones de los algoritmos. Los ordenadores hacen lo que están programados para hacer, aunque los programas con capacidades de autoaprendizaje son más complejos de entender. Como la inteligencia artificial se entrena con comportamientos existentes, a veces pueden magnificar los prejuicios de género o raza. Hay ejemplos contrastados donde al utilizar datos históricos con sesgos lleva a decisiones inadecuadas. Por ejemplo, al facilitar un conjunto de datos de currículums con mucho mayor número de hombres puede llevar al programa a concluir que los hombres son preferibles. Un conjunto de datos inadecuados o con sesgos puede llevar a potenciarlos. La inteligencia artificial podría ser peor en discriminación y debemos evitarlo.
Otro aspecto en el que podemos ser cuidadosos es en la transparencia. Los usuarios tienen derecho a saber qué datos se están recopilando y qué uso se hará de ellos, bien para mejorar los resultados del algoritmo o para cualquier otro uso que se haga de los mismos.
La inteligencia artificial está prácticamente en todos los sitios y ha cambiado nuestras vidas de muchas maneras positivas. Ahora bien, también tiene aspectos negativos que incluso pueden llegar a ser amenazas para nuestro modo de vida. La inteligencia artificial imita la inteligencia humana y en las formas más avanzadas puede aprender por sí sola con una programación mínima. Hay por delante una importante labor de los ingenieros para entender el comportamiento de estos programas en todas las circunstancias.
El primer paso para evitar los posibles problemas potenciales de la inteligencia artificial es tomar conciencia de ello. Nuestra responsabilidad colectiva consiste en conocer y estar lo más formados posible en estos temas. Utilizamos ordenadores, Internet, redes sociales, etc. Se hace imprescindible, por tanto, entender cómo nos están usando cuando hacemos uso de ellos.
Desde nuestro ámbito de responsabilidad como usuarios, gobernantes o programadores tenemos que conseguir que la utilización de la inteligencia artificial sea una utilización ética. Y su aplicación en plataformas de software, Apps o cualquier producto similar, debe regirse ineludiblemente siguiendo estos principios básicos.
Guillermo Montoya Fanegas, CEO de DEISER