El cambio climático es una evidencia que deja poco espacio a los negacionistas. Las olas de calor extremo, las danas, las sequías… son cada vez más frecuentes en nuestro país. Según la AEMET, desde 1961 ―primer año del que se tienen registros― hasta 2023, la temperatura media anual de España ha aumentado 1,57°C. Los diez años más cálidos de la serie histórica corresponden al siglo XXI, y 2024 amenaza con situarse en posiciones de cabeza.
Con el objetivo de frenar este fenómeno, el Parlamento Europeo aprobó en 2021 la Ley Europea del Clima, que fija en un 55 % el objetivo de reducción de las emisiones netas de gases de efecto invernadero (GEI) para 2030 y compromete jurídicamente a la Unión Europea a alcanzar la neutralidad de carbono en 2050. Esto es, conseguir que la cantidad de dióxido de carbono que se emite a la atmósfera sea la misma que se neutraliza mediante diferentes medidas, dejando un balance de cero CO2.
Que las empresas reduzcan el impacto ambiental de su actividad económica es un imperativo para hacer realidad este reto, y la UE ha desarrollado una amplia legislación que las obliga a asumir sus responsabilidades en materia de sostenibilidad. Pero más allá del cumplimiento de la normativa, es esencial que todas las organizaciones, de las más pequeñas a las más grandes, se convenzan de su importante papel y actúen por propia voluntad y convicción, por compromiso con el futuro del planeta.
No hay empresa pequeña para empezar a adoptar medidas que se traduzcan en una reducción de la huella de carbono, y mañana puede ser tarde. El cambio climático es una emergencia que debemos afrontar desde ya. Pero puede haber pymes que no sepan por dónde empezar. Por eso, desde nuestra experiencia, tras tres años consecutivos reduciendo las emisiones y certificando nuestra neutralidad de carbono en colaboración con ECODES y ReTree, ofrecemos una pequeña guía de los pasos a seguir en el camino hacia la sostenibilidad.
Análisis de la actividad empresarial. Lo primero que hay que hacer es identificar los aspectos en los que más impacta nuestro negocio, con el objetivo de buscar nuevas formas de hacer las cosas, implantar nuevos procesos que nos ayuden a ser más eficientes, a consumir menos energía, a reducir residuos, a ser menos contaminantes…
Suele denominarse análisis de materialidad, y sirve para tener claro dónde debemos focalizar los esfuerzos a la hora de definir nuestra estrategia de sostenibilidad. Para realizarlo, podemos apoyarnos en personal interno de la empresa (si cuenta con la cualificación necesaria) o buscar el apoyo de alguna consultora especializada.
Cálculo de emisiones. En línea con lo anterior, se trata de ver desde qué punto partimos, conocer qué volumen de CO2 estamos emitiendo, pues esa cifra será la barrera a derribar. Una vez implantadas, las métricas nos permitirán comprobar nuestra evolución y el resultado de nuestra estrategia, valorar si las medidas adoptadas para reducir nuestras emisiones son las adecuadas o debemos reajustarlas para que sean más eficientes.
El protocolo GHG es la herramienta internacional más utilizada para calcular la huella de carbono, y divide las fuentes de emisión de la actividad empresarial en tres alcances. El Alcance 1 corresponde a las emisiones directas, producidas en fuentes propiedad del negocio y, por tanto, aquellas en las que más podemos impactar con nuestro plan de reducción. Los Alcances 2 y 3 son las emisiones indirectas, que se producen en fuentes de emisión propiedad de otra entidad, por lo que se escapan a nuestro control (la elección de nuestros partners y proveedores puede ser determinante en este punto).
Una vez identificadas las fuentes de emisión de CO2 de la compañía, se recogen y analizan los datos de su actividad y se calcula la posible reducción que se podría conseguir implantando las medidas adecuadas.
Plan de sostenibilidad. El siguiente paso es definir la estrategia que nos permitirá ser más respetuosos con el medio ambiente. Para ello, es fundamental fijar unos compromisos realistas y unos objetivos cuantificables, y asignar los recursos para poner en marcha las transformaciones necesarias dentro de la empresa que nos permitirán alcanzarlos.
En este punto, contar con un sistema de gestión ambiental puede resultar de gran utilidad, pues nos ayudará a coordinar todos los procesos a llevar a cabo y las responsabilidades de cada área de la organización. El desarrollo de una política ambiental que recoja estos compromisos, objetivos y metas, así como las medidas adoptadas para conseguirlos, servirá para que cada miembro de la compañía y todos sus grupos de interés visualicen su propósito.
Compensación de emisiones. Después de haber logrado reducir la huella de carbono de la actividad económica de la empresa, siempre quedará un volumen de GEI que resulte imposible eliminar. Es entonces cuando entra en juego la compensación de emisiones. Es decir, sabemos, por nuestras métricas, cuánto CO2 emite nuestra pyme: ahora tenemos que buscar la manera de compensarlas mediante acciones de reforestación o de protección del medio ambiente.
Hay organizaciones que se dedican a ello, facilitando a las empresas la posibilidad de plantar árboles que absorban una cantidad de CO2 equivalente a la emitida, iniciativas de eficiencia energética, sustitución de combustibles fósiles por energías renovables, tratamiento de residuos, etc. Para ello, las empresas aportan voluntariamente una cantidad económica con la que estas organizaciones intermediarias llevan a cabo esas actividades. Un apunte: estas donaciones para la compensación de emisiones se pueden deducir, según la Ley 49/2002, de 23 de diciembre, de régimen fiscal de las entidades sin fines lucrativos y de los incentivos fiscales al mecenazgo.
Por difícil que parezca el camino, siempre se dice que hasta el más largo empieza con un paso. Con concienciación, voluntad y determinación lograremos hacer de nuestra pyme una empresa más sostenible.
Aga Lisowska
Head of Workspace Experience de Impact Hub