¿Cuentas en tu empresa con trabajadores que lo han dado todo por la compañía pero ahora están bajo mínimos? Si eso ocurre, probablemente tienen el síndrome del “trabajador quemado”, también conocido como el síndrome del “burn out”. Las causas para que esto suceda suelen ser periodos de estrés muy largos o sobrecarga laboral, mal clima laboral no solo entre las relaciones de los miembros del equipo sino también por las escasas herramientas de las que se disponen o un habitáculo poco propicio para trabajar, por poner algunos ejemplos.
¿Qué podemos hacer para que la situación cambie? Desde Coaching&Media, María Fernández, advierte que no hay que dejar que la situación llegue al límite, por lo que antes de que sea demasiado tarde hay que valorar las circunstancias y preguntarnos qué estamos ofreciendo a ese miembro de nuestro equipo o de qué le estamos privando. Y es que con la crisis muchas organizaciones han demandado un mayor esfuerzo a los empleados a cambio de nada o casi nada, ni siquiera una remuneración emocional. “El trabajador termina lleno de responsabilidades y carente de reconocimiento, dando lugar a la frustración, a la suspicacia y a la ineficacia”, comenta la experta.
¿Qué pasos tenemos que seguir? En primer lugar Fernández recomienda ofrecer un periodo de desconexión y recuperación, “aunque a la empresa le cueste o no sea el mejor momento”, ya que el trabajador tiene que recuperarse y volver a encontrar la pasión por lo que hacía. “Incluso se puede negociar una salida más temprana del trabajo, aunque es menos efectivo porque el sujeto no llegaría a recuperarse del todo”.
La reincorporación al trabajo debería hacerse progresivamente, tanto en cuanto a tiempo como a volumen de trabajo “sin repetir los mismos patrones de comportamiento que ocasionaron el desgaste profesional”, advierte María Fernández. En este sentido se aconseja a la empresa contar con horarios flexibles porque lo más importante para la empresa es que el colaborador rinda y le guste su trabajo para que lo haga bien.
Otro paso pasa por generar conversaciones entre organización y trabajador, así como establecer acuerdos en los que los dos ganen, valorando qué necesita cada uno y los compromisos que establece el empleado para ello. “La idea es que gane la empresa y satisfaga al empleado, haciendo que disfrute con su labor y aumente su rendimiento”.
El apoyo de un coach con el que compartir experiencias laborales y nuevas formas de trabajar también ayudarían.