“Un empleado conflictivo es aquel cuya actitud y comportamiento hacen que su trabajo y el de los demás se interrumpan, dificulte, o genere un conflicto que afecte a la productividad de la empresa”. Así lo define la psicóloga y psicoterapeuta, Victoria Cadarso, quien define nueve perfiles de comportamientos conflictivos, fruto de no sentirse suficientemente apreciado, valorado y reconocido.
Así, los que necesitan que todo sea perfecto, los perfeccionistas, van a un ritmo más lento que los demás y critican a los otros porque no están haciendo las cosas bien. ¿Qué necesitan? Sentir que le respetan y que valoran su buen hacer, comenta la experta. Para solucionar el problema habría que ubicarles en control de calidad.
El seductor, por su parte, pretende que haya buen rollo, por lo que pierde mucho tiempo haciendo relaciones personales. Necesita sentirse querido y apreciado y da cariño, esperando recibir lo mismo. Por ello hay que situarle en el departamento de relaciones públicas o trato con el cliente.
El eficaz va a su ritmo y no tiene en cuenta a los demás, incluso llega a apropiarse del trabajo de los otros para conseguir sus metas y objetivos y quedar bien él. Desea sentirse valorado e importante y que los demás le admiren por todo lo que trabaja y produce. ¿Dónde estaría mejor? En marketing o en el departamento comercial.
El fantasioso es original y diferente. Se ensimisma en sus propias ideas y no sabe trabajar en equipo porque necesita significarse de alguna manera. Requiere que le acepten como es, que los demás sean conscientes de su singularidad y sus aportaciones únicas. Por ello su lugar dentro de la compañía estaría en los procesos de creatividad.
En cuanto al investigador, se centra en lo que a él le interesa, sin tener en cuenta lo que le interesa al resto, con cierto desdén frente a los demás. Precisa que alguien entienda y comparta sus intereses y validen sus aportaciones. ¿Qué mejor sitio para él dentro de la compañía que en el departamento de I+D?
El pesimista, por su parte, siempre encuentra lo negativo, lo preocupante, las pegas de todo e intenta hacer corrillos de los que están con él, frente a los que no están con él. Pide que todos sean equiparables, que todos trabajen igual, que haya democracia y sentir que ellos son reconocidos por su aportación a que funcione el equipo. Podemos ubicarle en la solución de problemas.
El hedonista es otro de los perfiles. Aquel que anima a todo el mundo pero él solo hace lo que le gusta e intenta delegar a los demás lo que le resulta tedioso. Requiere que haya variedad, cambio, y que la gente le siga y se anime a participar, aunque una vez que han puesto lo que sea en marcha delegan. Los nuevos productos son lo que más le van dentro de la compañía.
El mandón quiere que todos hagan lo que él quiere, tenga o no razón, sea o no jefe y de alguna manera intimida a los otros por la fuerza. Necesita impactar, que los demás se den cuenta de que es fuerte, de que es poderoso. Administración es su departamento.
Por último, el indulgente, dice a todos que sí, no discute, no quiere conflictos pero va a su ritmo y suele dispersarse y postergar muchas veces, no llegando a las fechas límites e interrumpiendo el ritmo de los demás. Necesita que haya alguien que le aliente y le apoye y así trabajará paz y armonía y hará su trabajo lento pero seguro. Por ello hay que encomendarle todo aquello que rutina, donde se sienta apoyado y dirigido.
¿Qué hacer ante este tipo de perfiles? ¿Cómo pueden enfrentarse a ellos tanto los empresarios como sus propios compañeros? Victoria Cadarso recomienda ubicar bien a las personas, según sus funciones. Tratar el conflicto en función de cómo actúan los participantes en el mismo. Hablar con el protagonista del conflicto cuanto antes para que el problema no vaya a más. Buscar el origen y si es un mal entendido hacer que todos los involucrados lo entiendan y aprendan de ello, viéndolo como una oportunidad de cambio porque de esta manera será más productivo para todos.