Si hace escasos años la digitalización era un añadido para destacar, actualmente es una necesidad para el progreso empresarial, una necesidad para mantenerse. Y es que, actualmente, las compañías —pequeñas, medianas y grandes— necesitan operar en un entorno digitalizado si quieren crecer, adaptarse y competir. En este sentido, es urgente ir más allá de ofrecer subvenciones para que la digitalización sea una realidad en el día a día de las pequeñas y medianas empresas. Hace falta acompañamiento, visión a largo plazo y decisiones valientes.

España ha avanzado considerablemente en la creación de entornos digitales para las empresas, poniendo el foco en las PYMES. Programas como el Kit Digital, apoyados por los fondos europeos, han permitido a miles de pequeñas compañías dar sus primeros pasos en la transformación digital. El objetivo es ambicioso: implantar herramientas básicas como páginas web, sistemas de gestión de clientes, presencia en redes sociales o facturación electrónica. Avances que, en muchos casos, han supuesto un antes y un después en su forma de operar, pero que también se han quedado en ocasiones en la parte de comunicación y marketing, sin haber resultado en una transformación integral de la forma de trabajar exprimiendo las posibilidades tecnológicas. Han sido avances necesarios, pero no suficientemente transformadores.
Es momento de ir más allá. Lo cierto es que, cuando profundizamos en el estado de digitalización de las pequeñas y medianas empresas, la realidad nos muestra que continúan existiendo brechas importantes. Muchas operan con márgenes ajustados, en entornos rurales o con estructuras familiares que, aunque resilientes, tienen menos capacidad de absorber cambios tecnológicos, ya sea por falta de recursos como por la falta de adaptabilidad del modelo de negocio.
Aquí es donde conviene poner el foco. Porque, siendo honestos, digitalizar una gran empresa es complejo, pero digitalizar una pequeña lo es más, pues no tienen los mismos recursos para invertir en procesos que no tengan un resultado inmediato. No hablamos solo de infraestructuras o herramientas, sino de cultura empresarial, lo más difícil de transformar. De perder el miedo y entender que la tecnología es una forma de mejorar, de abrir mercados, de trabajar mejor.
Una y otra vez, los datos lo confirman: las PYMES que invierten en tecnología no solo aumentan su eficiencia, sino que ganan en competitividad y resiliencia adaptándose a una realidad que de otra forma les dejaría fuera en el medio plazo. Por eso, desde AMETIC, creemos que la digitalización de nuestras pequeñas empresas dejó de ser una opción hace tiempo. Es, de hecho, una necesidad estructural para el país.
Pero para que esa transformación llegue a todos, hacen falta medidas contundentes. El primero, en formación. La digitalización no es solo tecnológica, también es humana. En este sentido, no podemos exigir a una empresa que adopte nuevas soluciones si su plantilla no ha recibido antes las claves para comprenderlas, aplicarlas y mantenerlas. Por eso, urge intensificar los programas de capacitación digital para personas autónomas, directivos de PYMES y sus trabajadores.
El segundo cambio tiene que ver con el acceso a la tecnología avanzada. La IA, el análisis de datos, el comercio electrónico de nueva generación o los servicios en la nube no deben quedar reservados a las grandes compañías. La democratización de estas herramientas debe ser una prioridad, y eso implica fomentar la provisión de servicios digitales adaptados, asegurar que las ayudas públicas lleguen a las empresas más pequeñas y dispersas y, al hilo con el primer punto, que estas herramientas se utilicen y se mantengan correctamente. En este sentido fomentar la colaboración entre grandes empresas y PYMES en los diversos sectores, haciendo a las primeras tractoras y proveedoras de servicios tecnológicos a demanda para las más pequeñas, es una alternativa eficaz y provechosa para todos.
Y, por último, necesitamos continuidad. La transformación digital no se resuelve con una convocatoria de ayudas cada cierto tiempo. Necesitamos políticas públicas que entiendan que esto no va de proyectos puntuales, sino de procesos constantes y un ecosistema empresarial con una visión a largo plazo. Si queremos una economía innovadora, lo primero es facilitar que nuestras empresas puedan innovar con certeza, sin depender de la burocracia.
Las PYMES son el 99% del tejido empresarial español. Representan millones de puestos de trabajo, sostienen el territorio, y dan forma y solidez a nuestra economía. Sin PYMES adaptadas al contexto actual, la verdadera digitalización en España nunca será una realidad. Así de simple. Pero si lo hacemos bien, si combinamos recursos bien gestionados con una colaboración real entre organismos públicos y privados, estaremos dando un salto no solo tecnológico, sino a un modelo productivo más eficiente y próspero.
Es el momento de actuar con ambición. No para convertir a todas las PYMES en empresas digitales, sino para que pongan la tecnología al servicio de su modelo de negocio, de sus empleados y de sus mercados. Solo así podrán ser más fuertes y competitivas.
El objetivo es claro: convertir la digitalización en una rutina. Y lograrlo es una responsabilidad compartida.
Accede al Informe sobre la digitalización de las pymes españolas