Gestionar las finanzas es siempre un dolor de cabeza para los directivos de las empresas, y más aún en un clima económico incierto y cambiante como el actual, que muchas veces obliga a ajustarse el cinturón. Desarrollar estrategias de gestión de tesorería se ha convertido en una prioridad para empresas de todos los tamaños, y la inversión -con cabeza- pueden ser una gran aliada.

El entorno económico actual todavía se caracteriza por una inflación elevada, un aumento de los precios de las materias primas para las empresas y de los tipos de interés. Todo ello frena tanto la inversión como el consumo y, en este contexto, a las startups les resulta cada vez más difícil captar nuevo capital. Es por ello que es más importante que nunca utilizar el existente con prudencia, preservándolo y, siempre que sea posible, aumentándolo. Porque esa es la única manera de garantizar los recursos necesarios para desarrollar nuevos productos o servicios revolucionarios y ampliar la cartera de clientes.
Dado que la captación de nuevo capital se ha vuelto cada vez más difícil, la máxima prioridad es reducir el riesgo y liberar la mayor cantidad posible de efectivo inmovilizado, que posteriormente se puede utilizar para generar rentabilidad en el mercado monetario e intentar aumentar las reservas financieras de una empresa.
Invertir con conciencia
Obtener beneficios depende del trabajo duro: el producto o servicio y la expansión. Pero esa estrategia solo se sostiene con una gestión financiera estable que refuerce el modelo de negocio. Para que el dinero crezca hay que moverlo, pero en una situación de riesgo o de incertidumbre como la actual, mejor hacerlo con cautela.
Sin embargo, a veces hemos visto como grandes errores pueden dar al traste con una prometedora trayectoria en el mercado. Y es que, la cartera de una empresa no es la cartera personal de su gestor financiero; la experimentación y las ideas de inversión individuales no tienen cabida aquí. Estos son algunos de los riesgos que se deberían tener en cuenta a la hora de invertir como empresa:
- Riesgo cambiario: Si los ingresos o gastos de una empresa se expresan predominantemente en euros, es recomendable mantener reservas de liquidez en euros o en activos denominados en euros. Aunque el dólar estadounidense suele considerarse una moneda refugio en tiempos difíciles y ofrece tipos de interés más altos que el euro, su tipo de cambio frente al euro ha fluctuado hasta un 25 % en los últimos años. Esta volatilidad, sumada a las comisiones por cambio de divisas, puede eclipsar ese mayor rendimiento.
- Riesgo de los tipos de interés: Los activos a largo plazo suelen ofrecer mayores rendimientos para compensar el hecho de que el dinero está inmovilizado durante un período más largo. Sin embargo, cuanto mayor sea el vencimiento, más sensible será el valor de mercado del activo a las variaciones de los tipos de interés. Este riesgo fue subestimado, por ejemplo, por el tristemente célebre Silicon Valley Bank, que sufrió pérdidas de casi 20.000 millones de euros en su cartera de bonos a largo plazo cuando la Fed comenzó a subir agresivamente los tipos de interés en 2022. Si el objetivo principal es preservar el capital, es aconsejable limitar el dinero de la empresa a instrumentos a corto plazo (hasta un año).
- Riesgo de liquidez: Los depósitos a plazo fijo pueden generar ingresos, pero generalmente conllevan cierto riesgo, ya que el capital de la empresa está prácticamente bloqueado. Para usar esta figura con tranquilidad, debemos estar al tanto de cuándo, dónde y cuánto capital se mueve diariamente, por si necesitamos el dinero con urgencia. Por lo general, el dinero se puede retirar de los depósitos bancarios, pero el proceso puede tardar días y puede conllevar una «comisión por penalización». Sin embargo, ahora existen instrumentos que ofrecen rendimientos similares a los de los depósitos a plazo fijo y cubren el riesgo de liquidez.
- Riesgo de crédito: El riesgo de crédito es prácticamente imposible de evitar. La forma más sencilla de gestionarlo es diversificando las inversiones, ya sea priorizando los fondos de renta fija o mediante la diversificación interna. La mayoría de la gente no considera los depósitos a plazo fijo ni las cuentas corrientes como instrumentos de deuda, pero las recientes y espectaculares quiebras de Silicon Valley Bank y Credit Suisse nos han recordado que, a diferencia del efectivo en el bolsillo, el dinero en una cuenta corriente expone al riesgo crediticio, al igual que los instrumentos de deuda tradicionales.
La solución es más sencilla de lo que piensas
Es cierto que la manera más efectiva de reducir el riesgo es no correr ninguno. Pero de ese modo tampoco se gana. Si es inevitable apostar algo, la teoría moderna de carteras y el sentido común nos dicen que no debemos hacerlo a una sola carta; es decir, mejor reducir el riesgo mediante la diversificación.
Sea como sea, la cartera de una empresa no tiene por qué estar compuesta por las siete acciones con mejor rendimiento del mundo para ser exitosa; basta con unas pocas clases de activos que, en conjunto, diversifiquen los riesgos sin sacrificar una rentabilidad razonable. Uno de estos activos es un ETF basado en bonos, es decir, un fondo cotizado en bolsa (ETF) compuesto por una amplia gama de bonos, que ofrece diversificación entre emisores, vencimientos y sectores.
Otra clase de activo similar son los fondos del mercado monetario (FMM), que solo mantiene carteras de bonos a muy corto plazo y muy diversificadas, que pagan intereses mensualmente. La rentabilidad de estos FMM varía en función de los tipos de interés globales y puede ser muy superior a la de soluciones con objetivos y liquidez similares (por ejemplo, efectivo en cuentas corrientes).
Mejor elegir activos que puedan escalar con el crecimiento de la empresa y sus beneficios. De este modo será fácil cubrir los riesgos y evitar situaciones de bancarrota que pueden ser especialmente graves para las empresas hoy en día. La alta liquidez, el bajo riesgo de tipo de interés, la seguridad de los activos subyacentes y la diversificación resultante de los requisitos regulatorios hacen de estos ETF y FMM basados en bonos activos con los que las empresas pueden mantener seguro su dinero e incluso generar rentabilidad, especialmente en el volátil entorno actual.
Menos es más, y la gestión de la liquidez ha de ser siempre la prioridad.