La hiperconectividad se ha convertido en una constante en el mercado laboral español, donde el 88 % de los empleados reconoce seguir conectado durante sus vacaciones, según datos de Synergie. Esta “cultura del siempre disponible” impide un descanso real y está teniendo consecuencias directas sobre la salud mental: un 42 % de los profesionales ha sufrido algún problema psicológico, y en más de la mitad de los casos estos están vinculados al trabajo o a la falta de desconexión digital.
Los datos son preocupantes. Cada empleado recibe una media de 120 correos corporativos al día y uno de cada diez consulta compulsivamente su bandeja de entrada, incluso fuera del horario laboral. A ello se suman una media de 58 mensajes de chat enviados fuera de jornada, lo que genera un estado de alerta constante que impide separar adecuadamente la vida personal de la profesional.
Este fenómeno, lejos de ser anecdótico, tiene consecuencias importantes. Por un lado, afecta directamente al bienestar del trabajador, que sufre fatiga mental y fenómenos como el stresslaxing (querer relajarse, pero no poder). Por otro, impacta en las empresas, que ven mermada su productividad y aumentados los niveles de desmotivación, burnout y rotación de personal.
Ante este escenario, algunas organizaciones ya están tomando cartas en el asunto. Las medidas más frecuentes incluyen limitar las comunicaciones fuera del horario laboral, promover formaciones en gestión del tiempo y aplicar políticas de bienestar que prioricen el descanso y la salud mental.
Según los expertos, garantizar la desconexión digital no solo es una cuestión de responsabilidad social, sino también de cumplimiento normativo. En España, tanto la Ley Orgánica 3/2018 de Protección de Datos como la Ley 10/2021 del trabajo a distancia reconocen el derecho a la desconexión fuera de la jornada laboral.
Más allá del cumplimiento legal, apostar por la salud mental de los empleados se traduce en una ventaja competitiva. Las compañías que protegen el bienestar de sus equipos consiguen una mayor fidelización del talento y un compromiso sostenido en el tiempo.
En un momento en el que las fronteras entre la vida laboral y personal son cada vez más difusas, la desconexión digital se perfila como una competencia clave. Invertir en ella no supone perder productividad, sino asegurar un entorno laboral más saludable y sostenible para el futuro.