La digitalización nos trae grandes oportunidades socioeconómicas, pero también numerosos retos. Uno de ellos tiene que ver con el fraude digital y cómo una serie de ciberdelincuentes buscan la manera de estafar a empresas y usuarios. La privacidad de los datos está en constante riesgo y las contraseñas ya no aportan la misma seguridad que antes.
Es hora de evolucionar a través de nuevos sistemas de identificación digital, sin letras ni números, donde cada persona sea en sí misma su propia contraseña. La sociedad ya ha demostrado que está preparada para dar este paso. Si bien la transformación digital lleva en marcha varios años, lo cierto es que la situación provocada por la pandemia ha acelerado todos los cambios que estaban previstos.
Entre ellos, está la predisposición a adoptar nuevos métodos de identificación, la cual se ha visto potenciada por un notable aumento de la confianza en los sistemas de seguridad digitales. Por ejemplo, aceptamos que más allá de la contraseña conviene un segundo paso de verificación para blindar todavía más nuestras cuentas personales o profesionales. Del mismo modo, somos conscientes de la necesidad por mantener o incluso superar esa seguridad, pero con soluciones más rápidas y agradables.
Qué sencillo y eficiente es que un simple selfie de tu rostro pueda validar tu identidad y demostrar que, efectivamente, eres quien dices ser. Esto supone un nuevo nivel de protección, pero también en lo práctico: no hay que recordar nada, ni debe uno estar pendiente de la obtención de códigos a través de diferentes terminales. Un simple escaneo biométrico, apoyado en la inteligencia artificial y en la revisión en última instancia de agentes expertos, puede ser suficiente.
«Dar la cara» ante las ciberamenazas
El último informe de ciberamenazas que ha elaborado Telefónica Tech pone de manifiesto que la seguridad informática de los usuarios corrió un serio peligro durante la pandemia. Solo en el mes de marzo de 2020, en pleno estallido de la crisis sanitaria, se produjeron 19 millones de ataques contra protocolos de escritorio remoto, es decir, aquellos que permiten a los usuarios utilizar sus equipos de oficina desde casa.
Esto demuestra que la digitalización sin las medidas de seguridad necesarias conlleva una serie de amenazas. Por tanto, empresas y usuarios deben ser conscientes del uso que hacen de los datos y del compromiso que tienen con la protección de la privacidad. En este sentido, la identificación digital es útil para revelar lo justo y necesario de uno mismo para validar su perfil en cualquier tipo de gestión online.
Si bien los documentos de identidad físicos no desaparecerán tan pronto, la adopción de identidades digitales se vislumbra en el horizonte. Pensemos en el abanico de posibilidades que se abre y cuánto más rápido será verificar nuestras identidades cuando realicemos pagos o solicitemos préstamos. Estamos halando de experiencias de usuario rápidas y fluidas, pero también de cumplimiento normativo y una forma más fácil de hacer negocios.
Para que todo esto se haga realidad, la confianza debe estar al frente y, a la vez, en el centro de todo. El futuro de las identidades digitales pertenece a los consumidores y depende de cuánto confíen en la tecnología y la seguridad. Esto es lo que determinará si podremos realizar compras, registrarnos en servicios en línea o solicitar cambios en nuestras cuentas personales valiéndonos solo con nuestro rostro.
Xavier Codó
CEO y vicepresidente de Mitek en Iberia & LATAM