No es solo que pueda, es que debería hacerlo. La pregunta no es tanto si las pymes deben innovar, sino cómo lograr que esa innovación sea parte viva del día a día. Y la respuesta apunta hacia dentro: a su cultura, a sus equipos, a sus dinámicas internas. La innovación no llega al adquirir e integrar tecnologías, sino por cultivar entornos que permitan imaginar, fallar, aprender y volver a intentar hasta alcanzar los objetivos trazados, en definitiva, experimentar.
En los últimos años, hemos presenciado cómo conceptos como «transformación digital» o «adopción de inteligencia artificial» se colaban en el discurso empresarial de forma casi constante y recurrente. Pero pocas veces se menciona lo que ocurre en los pasillos, en las reuniones de equipo, o en los correos informales entre compañeros. Es ahí, en esos espacios aparentemente menores, donde nace —o se bloquea— la capacidad real de una pyme para reinventarse. Es decir, no es tanto una cuestión de recursos como de mentalidad. ¿Y cómo se cambia una mentalidad? Con tiempo, con visión y con acciones concretas.

Aquí es donde el papel de las iniciativas internas adquiere un protagonismo decisivo. Algunas pymes, conscientes de que la innovación no puede improvisarse, han empezado a crear espacios formales para pensar en el futuro. Desde laboratorios internos donde se experimenta con nuevas tecnologías, hasta encuentros periódicos de equipos multidisciplinares que analizan cómo mejorar productos o procesos. Estas dinámicas, cuando están bien diseñadas, activan algo esencial: el permiso para proponer sin miedo.
Este enfoque es algo que tuvimos muy interiorizado cuando decidimos acercar el potencial de la inteligencia artificial a nuestro día a día y a nuestros profesionales. En lugar de plantearlo como un cambio disruptivo y lejano, apostamos por formaciones internas, concienciación, sesiones de ideación abiertas, pilotos con equipos reducidos, y compartir los casos de éxito.
Esas iniciativas, además, cumplen un papel menos evidente pero igual de crucial: retienen talento. Un entorno que permite aprender, proponer y experimentar no solo impulsa la innovación, también hace que las personas quieran permanecer en el proyecto.
Ahora bien, el fomento de una cultura innovadora también exige del establecimiento de límites, de pautas éticas, y de criterios de evaluación. La innovación no debe convertirse en una excusa para hacer de todo sin medir impacto o viabilidad. Y en este punto, algunas pymes están dando un paso más allá al incorporar políticas internas de uso responsable de la tecnología.
Especialmente cuando se trata de inteligencia artificial, establecer principios de transparencia, supervisión humana o protección de datos se convierte en una cuestión no solo legal, sino ética.
Pero volvamos a lo esencial. ¿Qué define a una cultura de innovación dentro de una pyme? Es la normalización de preguntas como “¿por qué lo hacemos así?” o “¿qué pasaría si probamos otras alternativas?”. Es que alguien diga “creo que esto no funciona” y se le escuche. Es que una idea propuesta por el último en llegar pueda recibir atención que, aunque no sea implementada. Es que exista tiempo —aunque sea poco— para pensar, no solo para ejecutar.
Por supuesto, no todas las empresas tienen la misma capacidad para desarrollar estas dinámicas. Pero lo cierto es que muchas de las iniciativas más valiosas no requieren de una gran inversión. Lo que sí necesitan es una dirección convencida, una mínima estructura y una gran constancia. El error más común es lanzar un proyecto piloto con entusiasmo y dejarlo morir por falta de seguimiento. La innovación requiere continuidad, incluso cuando los resultados no son inmediatos.
Hay también un punto ciego que conviene mencionar. Muchas veces, las iniciativas internas fallan porque no se comunican bien. Los equipos no saben que pueden proponer, o no entienden para qué sirve lo que están haciendo. La narrativa interna de la empresa, esa que se construye en el día a día, es tan importante como cualquier recurso tecnológico. Si una organización no se explica bien a sí misma por qué está innovando, es difícil que lo consiga.
En el fondo, lo que está en juego no es solo la capacidad de una pyme para competir, sino su capacidad para evolucionar sin perder su esencia. Innovar no es traicionar lo que una empresa ha sido, es permitirle seguir siendo relevante en un mundo que cambia sin pedir permiso. Y eso empieza, siempre, por mirar hacia dentro.
José Manuel Molares Lago
Director de People en qdq