Cada 27 de junio se celebra el Día Internacional de las microempresas y las pequeñas y medianas empresas. Ello supone una gran oportunidad para recordar una realidad que deberíamos tener en cuenta todo el año, porque las pymes representan el 99,8% del tejido empresarial de España, y aportan aproximadamente el 62% del PIB y el 66% del empleo. Estos porcentajes son muy similares en el resto de Europa.
La Comunidad de Madrid ha liderado la creación de empresas en 2024 en España, alcanzando un total de 27.093 nuevas sociedades, la cifra más alta desde 2007, que representa un incremento del +9,8% respecto al año anterior y por encima de la media nacional. Casi una de cada cuatro nuevas compañías en España (el 23%) ha elegido la región para iniciar su actividad. Por detrás de Madrid se sitúan a distancia Cataluña (22.854) y Andalucía (20.085). El capital suscrito alcanzó los 1.400 millones de euros, un 25% del total, lo que posiciona a la Comunidad de Madrid en cabeza de todas las Comunidades Autónomas también en este apartado.
Hoy es un día para homenajear el esfuerzo de miles de empresarios que impulsan nuestra economía desde sus cimientos. También es una buena ocasión para reflexionar sobre el entorno en el que desarrollan su labor y sobre la forma en que podemos apoyar para asegurar el crecimiento y la sostenibilidad de las pymes. Reconocer su papel es solo el primer paso, pues lo fundamental, en este momento y siempre, es proteger y fortalecer su futuro, lo que significa contribuir a garantizar un entorno estable que reduzca la volatilidad del negocio.
Las pequeñas y medianas empresas tienen características que las hacen únicas, como la cercanía al cliente y la flexibilidad para adaptarse a los cambios del mercado, desarrollando un papel clave en el equilibrio territorial a través de su capacidad de generación de empleo y riqueza en los entornos en los que llevan a cabo su actividad. Adicionalmente, es destacable la creciente contribución de las pymes al comercio exterior: ya representan más del 51% de las exportaciones nacionales y más del 53% de las importaciones.
En Europa, las pymes generan también la mitad del comercio intracomunitario, por lo que se han convertido en el motor que sostiene el crecimiento económico y el empleo en el continente.
No obstante, el importante peso en la economía de las pymes en España, se enfrentan a retos estructurales que limitan su potencial. El primero y más relevante sería el tamaño medio de la empresa española. Este es de apenas 4,8 trabajadores, frente a la media europea que asciende a 5,9, y muy lejos de alcanzar a países como Alemania (11,9) o Reino Unido (8,7). Esta diferencia condiciona y restringe no solo su productividad, sino también su rentabilidad, su capacidad de internacionalización y, sobre todo, su resiliencia financiera. Por tanto, es primordial acometer cuanto antes las medidas que contribuyan a impulsar el mayor tamaño de las pymes españolas.
Otro de los obstáculos que se encuentran las pymes es la carga regulatoria, así como una complejidad administrativa elevada. Estas restricciones estructurales actúan como freno para el desarrollo de las pymes, repercutiendo negativamente además en su acceso a la financiación. Las empresas más pequeñas suelen enfrentarse a tipos de interés más altos y a mayores dificultades para cumplir con los requisitos exigidos por las entidades, lo que las expone a tensiones de tesorería y a la pérdida de oportunidades.
A todo ello, se suma una importante cuestión a resolver: el relevo generacional. Según estimaciones recientes, unos 340.000 negocios podrían desaparecer en los próximos años si no encuentran una vía para dar continuidad a su actividad cuando los propietarios actuales alcancen la edad de jubilación. Este fenómeno es especialmente preocupante en zonas rurales, donde el cierre de una pyme puede suponer la pérdida del único servicio local disponible. No abordar este problema adecuadamente podría provocar una pérdida de empleo y de valor empresarial acumulado durante décadas.
Junto a los importantes desafíos referidos, hay también que destacar señales alentadoras en el mundo empresarial. El proceso de digitalización, acelerado tras la pandemia, está empezando a traducirse en mejoras de productividad. Según el IV Barómetro Adecco Outsourcing, España ha mejorado su índice de eficiencia en casi siete puntos, gracias a la transformación digital de muchas pymes. De hecho, los sectores que más han avanzado en este aspecto han sido el tecnológico (con un 54% de mejora), la industria (49%) y los servicios financieros (48%), seguidos por el sector de la construcción y el retail.
Estas mejoras han estado impulsadas principalmente por la incorporación de herramientas como la automatización de procesos, el análisis de datos y las soluciones de gestión digital, que han permitido una mayor agilidad operativa, una mejor toma de decisiones y una optimización de los recursos disponibles. Esta evolución demuestra que la inversión en tecnología no solo es necesaria, sino también rentable, y debe mantenerse como prioridad estratégica para el conjunto del tejido empresarial.
Sin embargo, estas mejoras no se distribuyen por igual. Las microempresas, con menos de 10 empleados, siguen siendo las que menos avanzan en productividad, siendo tres veces menos productivas que las empresas que tienen 250 empleados. De ahí la urgencia de apoyar con recursos y formación a aquellas pymes con menor capacidad tecnológica y menor acceso a la innovación para que puedan incorporar procesos más automatizados.
Para desbloquear todo el potencial que tienen las pymes, es imprescindible trabajar de forma decidida en la creación de un entorno que favorezca su desarrollo y que permita alargar la vida media de las pymes, actualmente entre 5 y 7 años -algo inferior a la media europea-, con una tasa de supervivencia empresarial a los 10 años inferior al 30%. Para ello, las empresas han de tener estabilidad económica -mejorando el acceso a la financiación, tanto en las fases iniciales del proyecto como en las de crecimiento de la compañía-, y seguridad jurídica, eliminando a su vez las cargas administrativas innecesarias que dificultan el día a día de la empresa. Del mismo modo, es importante promover la formación continua que contribuya a la constante adaptación a la evolución y a las tendencias del mercado, y acompañarlas tanto en los procesos de digitalización como en los de internacionalización.
En este camino, es necesario contar con alianzas público-privadas que garanticen a las pymes tanto el crédito como los avales técnicos necesarios para el desarrollo de su actividad habitual, de modo que las oportunidades sean iguales a todas las pymes independientemente del tamaño o del sector al que pertenezcan. En este caso, las Sociedades de Garantía Recíproca como Avalmadrid permiten diversificar las fuentes de financiación y apoyo a las pymes, siendo complementarias a las entidades financieras tradicionales, actuando como puente entre las pymes y dichas entidades, y mejorando a su vez sus condiciones de financiación en coste y plazo. Desde nuestra entidad, hemos respaldado ya a miles de pymes con avales por valor de 3.000 millones de euros, permitiéndoles establecerse, crecer, modernizarse y consolidarse.
En definitiva, el futuro de nuestra economía pasa, necesariamente, por las pymes. Cada vez que una pyme crece, innova o consolida su actividad, se genera un efecto multiplicador que va más allá de los beneficios empresariales: se fortalece el tejido productivo, se genera empleo de calidad y se impulsa la cohesión social y territorial.
Una economía más diversificada, más dinámica y resiliente solo será posible si apoyamos, con decisión, a las pequeñas y medianas empresas. Porque sin pymes no hay futuro.
Rodolfo Felipe
Director de Control de Riesgos de Avalmadrid
