El calor no nos da un respiro y el estrés nos recuerda que necesitamos un descanso. La ciudad huele a verano, a libertad y a escapada.
Con la mente puesta en el rumor de las olas, en los viajes exóticos, en un pequeño y tranquilo pueblo, o en la cima de una montaña vamos contando las horas que nos llevarán a la desconexión total. Volveremos a revivir la sensación de la tranquilidad de unos días que se irán más veloces de lo que llegaron.
Las teclas de nuestro ordenador reposarán, dormidas, dejando a un lado el eco de su ritmo diario. El silencio se adueñará de nuestro espacio habitual. Y nuestro corazón bombeará con la velocidad que aporta la felicidad, para recargarse de energía y seguir con fuerza.
Y así, mientras nos preparamos para lo que está por llegar solo nos queda decir: “Bienvenidas vacaciones, los que van a disfrutarte te saludan…”