Renovarse o morir. La máxima, popularizada por el pueblo español el siglo pasado a partir de la célebre frase de Miguel de Unamuno: “El progreso consiste en renovarse”, sigue de lo más vigente en nuestros días. La aplicamos en nuestra vida diaria, en nuestro entorno laboral, en la moda y en la alimentación. Y la aplican, sobre todo, las empresas, que con la llegada de las nuevas tecnologías y la globalización deben renovarse constantemente para no perder su sitio en el mercado.
Precisamente globalización y nuevas tecnologías son dos de los parámetros que más inciden en el pequeño comercio en lo que refiere a su supervivencia. Por un lado está el turismo, cada vez más intenso y de tipologías más variadas: con más o menos poder adquisitivo, de distintas procedencias, y casi siempre con un móvil en la mano. Por otro, la revolución tecnológica: la competencia de los comercios online, la comparación salvaje de establecimientos a través de Internet y la «necesidad» de esos compradores de tener un servicio digital en cualquier lugar y a cualquier hora. Sin contar los procesos internos, administrativos y de fabricación donde también ha irrumpido la automatización.
A todo ello se suma la regulación internacional: a esos turistas, si son extracomunitarios, hay que devolverles el importe de los impuestos incluidos en sus compras, de cualquier tipo y sea cual sea la cantidad que gasten. Es el conocido tax free, un dolor de cabeza más para las pymes de comercio, ¡y hay que hacerlo de forma digital!
Pongamos por caso el Horno Juan, pastelería típica «de la abuela» en una aldea de La Mancha. Un pueblo que, precisamente por obra y gracia de las nuevas tecnologías, se ha hecho famoso en el mundo entero por ser uno de los más bonitos de España. ¿Y esos dulces? Lo mejor que un influencer de moda ha probado nunca. Ese horno, una pyme tradicional, puede encontrarse de repente con decenas de turistas asiáticos frente a la puerta demandando sus productos y, también, su correspondiente devolución de impuestos en formato digital como estipula la ley.
Tenemos un problema. El Horno Juan no está preparado para ello, como tampoco lo está el 75 % de los pequeños comercios españoles que se ven obligados, por un lado, a cumplir la normativa española del tax free y, por otro, a atender a esos turistas (que hablan en otro idioma y exigen un trato justo y legal) para no perder cuota frente a la competencia. Y no hace falta ir tan lejos. Incluso en grandes ciudades, centenares de establecimientos están sufriendo esta situación porque no cuentan con los medios necesarios para ofrecer un formato de factura digital y adaptado a la regulación.
Sí, porque la Agencia Tributaria, según el Real Decreto 1075/2017, les obliga a facilitar este proceso de tax free, ahora de manera completamente digital y compatible con la plataforma DIVA (presente en puertos y aeropuertos), para el reembolso a todos los viajeros extracomunitarios que realicen cualquier compra en nuestro país.
Calculamos que solo este año el Estado español gestionará unos 70 millones de euros de IVA en concepto de devolución de tax free. Pero sigue existiendo un mercado desatendido de más de 270 millones de euros de IVA y 1.540 millones en compras no reclamados, bien porque el turista no es consciente de este derecho y no lo reclama, o bien porque en el comercio no cuentan con los medios necesarios para facilitárselo.
Esto no sólo juega en contra de todos esos turistas que pierden el importe de esa devolución, sino también del propio comercio, que pierde la posibilidad de hacer ventas cruzadas al percibir el turista un descuento en la compra, además de que más pronto que tarde verá cómo sus clientes lo exigirán.
Hay estudios que aseguran que los cambios que promueve el Real Decreto pueden hacer crecer la facturación anual del comercio entre 87 y 120 millones de euros con los actuales 12 millones de turistas extracomunitarios que nos visitan hoy. Este aumento de la demanda se traduciría en un crecimiento para el conjunto de la economía estimado en, al menos, entre 320 y 477 millones de euros, haciendo crecer el Producto Interior Bruto de nuestro país por encima del 0,03%.
Además, se incentivaría el empleo, ya que se calcula que se generarían entre 5.000 y 7.500 nuevos puestos de trabajo. Y todo eso sin contar con el Brexit, en cuyo caso se sumarían a esos 12 millones otros 18,5 millones más de británicos que visitan nuestro país y que también tendrían derecho a la devolución.
La inteligencia es móvil
La solución más directa y sencilla es la tecnología. Ya existen plataformas en el mercado que son capaces de realizar todo este proceso de gestión y reclamación del tax free sin implantaciones de software en el comercio, de esfuerzo cero, sin complicaciones para los comercios ni para los turistas: solo escanear el ticket de compra y listo.
Una condición imprescindible es que estas plataformas sean también móviles, ya que alrededor del 98 % de los turistas que vienen en avión llevan consigo un smartphone, así que cualquier solución que evite el smartphone está condenada al fracaso.
El futuro es de las aplicaciones móviles en todos los ámbitos de nuestra vida, éste es solo uno de ellos, pero está aquí y ahora. Todas las empresas han de transformarse tecnológicamente (renovarse o morir) si no lo han hecho ya. Recordemos que el turismo es la primera industria de nuestro país, que representa una importante fuente de ingresos para todo el sector servicios, y que velando por los derechos de los turistas estaremos también apostando por fortalecer nuestra economía.
No morimos, nos adaptamos.
Abel Navajas
Cofundador y coCEO de Woonivers