Hacer que un negocio sea contante y sonante no es cosa fácil. Si a ello se suma que la actividad a la que nos dedicamos es innovadora, la cosa se puede complicar un poco más. Las ideas disruptivas no solo requieren de una planificación más exhaustiva sino de una inversión diferente. Innovar allá donde muchas veces, primero el mercado ni siquiera ha visto la oportunidad, y segundo, la financiación bancaria prefiere no arriesgar, supone para muchas empresas un esfuerzo mayor.
Y es que, buscar alternativas para las necesidades de inversión o para seguir manteniendo la operativa corriente, llega a ser tarea incluso más urgente e importante que la propia empresa.
Los caminos para resolver la situación son dos: llamar a las puertas de la financiación alternativa y privada del capital riesgo, o bien, optar por la financiación pública. Elección, por cierto, que puede ser el complemento de la primera o directamente la luz al final del túnel para seguir adelante.
Ayudas en este sentido hay y están a la mano de cualquiera. Basta ser una iniciativa con innovación productiva y ganas de inducir la transformación de modelos y mercados. Es decir, emprender para aportar nuevos valores añadidos y modelos innovadores. O lo que es lo mismo, se trata de ser un negocio en el que la producción, la distribución y el consumo sean más competitivos y viables, así como más sostenibles y exportables.
La fórmula del éxito, en cifras
Enisa es un ejemplo de esta financiación pública que impulsa modelos económicos y empresariales que miren siempre al cambio, al futuro. Más de 6.600 créditos desembolsados, 5.900 empresas financiadas y 1.000 millones de euros invertidos han servido para que el tejido empresarial, (que es vanguardia y cimiento de nuevas experiencias de uso y consumo), ponga en marcha iniciativas que conectan la tecnología con las necesidades humanas, junto a una nueva sensibilidad por los procesos de negocio, los servicios y los productos sostenibles.
Unas cifras, que el pasado año superaron su récord histórico de solicitudes, llegando a las 1.856, y mejoraron, tanto en la valoración crediticia de las empresas financiadas, como en el tamaño medio del ticket ofrecido, constatando el momento de maduración del ecosistema emprendedor en España, y a la vez la necesidad de apoyo público al mismo.
En un momento en el que, además, se está apostando a nivel mundial por acabar con la pobreza, proteger el planeta y mejorar las vidas y las perspectivas de las personas a través de 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, apoyarse en lo público para llegar en 2030 a la meta pactada, resulta aún más diferenciador.
Por un lado las pymes tienen que tener en cuenta que, más que nunca, han de impulsar relaciones más equilibradas entre su oferta, la demanda y los recursos del mercado. Y por otro lado, este tipo de ayudas han de fortalecer el ecosistema emprendedor y servir de impulso financiero para reforzar las estructuras empresariales.
La senda para generar riqueza y empleo o para competir en el mercado global es contar con proyectos no solo viables, sino escalables, con potencial para crecer y afianzarse en los contextos más complejos y competitivos.
En un mundo en transformación vertiginosa y constante, prestar ayuda es mucho más que inyectar dinero. Es fomentar un ecosistema empresarial vivo, participativo conectado, enfocado e inspirado en una agenda sostenible.
Como bien se expresa en la agenda, hasta 2030 la fórmula para hacer negocio ha cambiado. “La inversión en economías inclusivas y sostenibles puede brindar importantes oportunidades de prosperidad compartida. Además, las soluciones políticas, tecnológicas y financieras están a nuestro alcance. La sostenibilidad es, sin duda, el gran elemento de competitividad para nuestro país, y para toda la UE. Sin embargo, se necesitan cambios rápidos y sin precedentes, así como un mayor liderazgo, para adaptar estos mecanismos de cambio”. ¡Vayamos a ello!
José Bayón López
Consejero Delegado-CEO de Enisa (Empresa Nacional de Innovación)